Así he avanzado por la vida con un bajo perfil que me ayuda a pasar desapercibido en algunas situaciones como exentarme de hablar en público en las ceremonias al lábaro patrio, mientras todos tenían que memorizar efemérides, a mí me sacaban del guion por que suponían no podría hacerlo.
La educación básica termino y pasamos donde hay más libertad y riegos, la universidad.
En este momento la edad era la suficiente para poder comprar cigarrillos y cervezas, degustarlas a escondidas y buscar no llamar la atención, ni por la actitud mareada ni por el olor que provoca el ingerir estas bebidas en la escuela.
Gracias a mi perfil bajo me libraba de ir a comprar las bebidas y meterlas a la escuela, y por ende me podría librar en algún momento de un castigo que esto provocara, así que no por valiente, si no más por ser al más wey, mandábamos al bizco, siempre quería encajar en el grupo pues que haga algo.
Nunca nos descubrieron las autoridades de la escuela, pero seguramente hubiera salido bien librado, no lo creerían del buen Genero tan tranquilo que me veía.
Esta actitud como en años pasados me daba puntos ante el sexo opuesto, porque mientras los demás se ponían muy ebrios, si había una chica que me gustara, guardaba esas ganas de perder la razón, por platicar con esa chica y apenarme por los desfiguros de mis compañeros. Al final de la fiesta era de los únicos sobrios y esto me dejaba el campo libre para poder plantar mi bandera en ese territorio lleno de cuerpos caídos y ebrios, con esa complicidad de que nadie se enteraría de lo que allí sucediera.
Al día siguiente la pregunta era recurrente de mis compañeros sobre lo que había sucedido la noche anterior, –
Nada cabron me quedé “jetón” ya ni vi cuando se fueron las viejas- respondía- con total seguridad.
Me gusta contar estas historias como si fuera el ganador en todos momentos, pero debo confesar que nada de lo que cuento paso así, no es un invento realmente estuve ahí.
Era difícil saber que eras al que nadie quería en el equipo de futbol de la primaria, a mí no me suplicaban por jugar y ganarles a los de sexto grado, aunque alguna vez si metí goles, nadie me los celebraba como al pinche Genaro.
En la secundaria con tal de hacerme notar iba a las peleas campales, aunque yo no tuviera por quien pelear, aun así, me recetaban unos buenos madrazos por el simple hecho de estar ahí, no notaron que los policías si me detuvieron y tuvieron que ir mis padres por mí a los separos, por riñas callejeras.
Mis padres sabiendo que no era tomado en cuenta para nada en la escuela evitaban los regaños en casa, era suficiente con los golpes que ya me habían dado, por mi falta de pericia en el arte de los puños.
Avanzado el tiempo tener que ir a comprar las cervezas y ocultarlas en mi mochila, tratar que los envases no hicieran ruido al pasar por la vigilancia, y todo para que esos cabrones se las tomaran y ni un gracias me dieran, bueno es el precio por tratar de encajar.
Y las fiestas esas fiestas donde nunca fui invitado formalmente, pero me enteraba y sin invitación asistía. Ya sabía que mi función era ir por el mandado, y solo observar como caían por briagos, y el pinche Genaro, terminaba besuqueándose a la que me gustaba.
Por cierto no soy bizco, solo que ese fue mi apodo desde la infancia y hasta la fecha no sé por qué. Pinche Genaro algún día me desquitare de ti; tú me serás de mucha utilidad, al menos para contar tus historias como mías.
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