Ahora sé que soy un hombre rutinario, cuando me salgo de lo establecido en el día a día no sé qué hacer con el tiempo.
Me voy de aquí a haya, pensando un par de tonterías que son reemplazadas por tonterías más elaboradas. Me dedico a caminar por el antiguo centro histórico.
No sé cuántas veces he pasado por el mismo lugar, pero lo visualizo siempre igual. Pero esta caminata es más interesante, ya que un tipo bajo de estatura, curtido por el sol, pantalones caídos a medias nalgas, tenis sucios por el andar, pero eso si debo resaltar que estaba muy bien peinado, con gel que se veía ya aplicado de varios días atrás, estaba asaltando aun repartidor de comida, exigiendo todo lo que en sus bolsillos tenia, el repartidor más alto que el delincuente, temeroso atendía las exigencias del moreno bien peinado, pero resultaban sus movimientos torpes y temblorosos.
Como me gusta el conflicto me acerque saludando muy amigablemente al repartidor.
-¿Qué hay wey como has estado?, los dos voltearon a verme sorprendidos, pero el amigo del casco entendió que era un refuerzo ante su peligrosa condición.
El asaltante quiso echar a correr, pero lo alcance del cuello de la playera percudida que traía, y por la talla corta no tuve dificultad de llevarlo hasta el suelo del solo jalón. Ya en el piso hecho “bolita” el antes agraviado se convirtió en agresor, dándole su merecida dosis de puñetazos y exigiendo de vuelta sus pertenencias. Di la vuelta y seguí mi camino, escuché un “gracias wey” y respondí levantando la mano derecha en señal de que no se debía nada. Por fin algo diferente ante tantas caminatas por estas calles. Mientras seguía mi camino sentí una mirada que se posaba en mi rostro, provenía de la acera de enfrente, volteé tímidamente por el miedo de saber cuál era la fuente de tan insistente mirada.
Probablemente algún cómplice del golpeado delincuente, o quizá un periodista cubriendo mi hazaña. Después de algunos metros más adelante junte el valor para levantar la mirada y confrontar a mi espía. La imagen era bastante más agradable de lo imaginado. Mujer un poco más baja que el asaltante, en ella era comprensible en el delincuente resultaba risible que se dedicara a tan peligrosa actividad con tan poca resistencia que ofrecer, aunque he conocido sus excepciones, pero este no fue el caso.
De cabello lacio, aunque se veía que no era su estado natural, lentes y nariz respingada, usaba vestido de mezclilla con botonadura al frente y se terminaba su vestuario con unos tenis de plataforma blancos. Me miraba, pero no tenía mayor expresión, no sabía si me admiraba o repudiaba. Me detuve y ella hizo lo mismo, sostuvimos la mirada, pero no había agresión en su mirada, pero mucho menos admiración, moví las manos como pidiéndole una explicación de su insistente mirada, ella solo levanto la ceja con una seña de extrañeza combinada con desprecio siguió su camino.
Pinche carácter pensé, pero a mí no me va a dejar así, ahora seguí sus pasos, ¿pues esta que se trae? vi que apresuro su paso al sentirse perseguida, pero no la estaba acosando, ella empezó, entro a una librería que anteriormente frecuentaba, entre tras de ella, pero al mirar que mesa elegir la perdí de vista.
Me senté preguntándome donde se había metido mi espía, llegué a la hora indicada a la hora feliz promoción de cerveza dos por uno y con el calorón que más se puede pedir. Pedí dicha promoción y la sorpresa fue mayor ya que quien me atendía era la chica que me había confrontado anteriormente, ahora tenía una sonrisa de oreja a oreja, -bienvenido, ¿algo más en que te pueda servir? – me dijo. No gracias conteste, pero si pregunte por que se me quedaba viendo. Volvió a subir la ceja con desprecio, – no sé de qué me hablas- y se retiró.
Como ya sabía dónde la encontraría y la hora aproximada en la que estaría, regrese a frecuentar la librería, que en ciertos horarios se llena de letrados mamones, estudiosos del escritorio, pero que tal en la práctica en el día a día en la calle, quisiera que alguno de esos hubiera hecho la hazaña que antes describí.
Entre al lugar y ahí estaba ella, confirmanda mi sospecha sobre el cabello no era lacio, sino todo lo contrario. Siempre sonriendo y amable entre las mesas con los clientes. Me senté y espere se acercará, primero paso un mesero, pero lo ignore, quería me atendiera ella. Se tardó, pero llego y me dijo buenas tardes que te traigo. Una cerveza por favor, – ¡a huevo ¡- pensé- ya me sonrió me atendió, si le llamé la atención. No quise verme tan acosador, pero después de unas dos o tres visitas al lugar me atreví a pedirle su número telefónico. Sonrió amablemente y me dijo que después porque en ese momento estaba trabajando. Le creí no tenía por qué engañarme.
Pasaron más de tres visitas con la petición en la mesa sobre su teléfono, y las repuestas eran corteses y sonrientes, pero el pinche número no ´mas no llegaba. Ya me había encabronado, pero seguía insistiendo fue ahí cuando me cayó “el veinte” que solo era cortesía, yo no era del interés de la dama en cuestión, por que vi cómo veía de manera diferente a otro cliente. Con los rasgos de la gente que viene a estos lugares que antes mencione.
Seguí de necio, ella sonriente y cortes. Pero no pasaba de ahí sin embargo las miradas y atenciones a ese wey aumentaban. –Ya a la chingada- pensé, hoy me da su número o vemos que hacemos, cuanto tiempo viniendo, insistiendo y ser buen tipo, pero ni me mandaba al diablo, pero no me daba su número. Decidí esperarme hasta que me corrieran del lugar o en su defecto ella saliera de trabajar.
Las horas pasaron las cervezas por mi mesa también y la realidad empezaba a distorsionar antes mis ojos. Ya me estaba poniendo briago, ya era tarde supongo. La vi ya sin el uniforme de la librería, es momento -dije- pedí la cuenta y medio tambaleante fui al baño en chinga. Cuando salía del baño, vi que dio vuelta hacia la esquina donde la vi por primera vez. Apreté el paso.
Me detuve de golpe cuando la vi poniéndose un casco de motociclista, se acomodó su bolsa y se subió a la moto, mientras que el tipo que recibía mas atenciones que yo encendía el aparato, vi que ella volteo, estoy seguro que me vio y sonrió. No sé si se burlaba de mi o que significo esa mueca en su rostro.
Una vez más estoy fuera de la rutina y de toda posibilidad. A seguir caminando por el centro histórico viejo y aburrido como mi personalidad a seguir pensando tonterías y reemplazarlas por tonterías más elaboradas.
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